Las armas que sirven para cazar son muchas y variadas, dependiendo de la modalidad que se
elija para practicar la actividad cinegética. Por regla general se usan armas de fuego, ya sean
escopetas del calibre doce u otro similar —para caza menor o caza mayor—, o bien
rifles, de cualquiera de los muchos calibres y tipos, que se utilizan en caza mayor en
exclusiva. Por otro lado y durante los últimos años, se han venido incorporando como artes y
sistemas de caza, tanto para la caza menor, como para la
caza mayor,
antiguas armas en desuso en los dos últimos siglos debido a la irrupción y el apogeo de las armas
de fuego.
El arco, que junto a la lanza en la
antigüedad,
fueron —hasta el nacimiento de la ballesta en la Edad Media, la única forma que había de
abatir a las presas de caza mayor—, las que durante la segunda mitad del siglo pasado, han hecho
acto de presencia entre los cazadores a la hora de utilizarlo como armas para dar caza tanto
a jabalíes como a ciervos.
Centrándonos en la caza mayor, en la que se utilizan armas de fuego, hay que
significar las escopetas —ya sean yuxtapuestas, superpuestas o monotiro—, y los
rifles, además, de los citados arco y ballesta, aunque estos de una forma
menos habitual, y, principalmente, son utilizados para los
aguardos.
Habría que hacer especial hincapié en que hoy día, normalmente, se utiliza el rifle para el
ejercicio de la caza mayor en sus cuatro formas más conocidas: semiautomático, de cerrojo, de
cremallera o de palanca. También están los exprés yuxtapuestos y otros tipos, que combinan cañones
y calibres, como son los drillings, ambos, de sistema basculante. Este tipo de armas, se
podría decir que es más elitista que los demás rifles, debido a sus costes.
De todos modos, para ir de caza, lo más significativo e importante, es saber
conjugar todas las circunstancias partiendo de una base bastante prosaica como es la del dinero.
Para salir de caza mayor con unas mínimas garantías, hemos de saber elegir con arreglo a nuestro
bolsillo, y si bien no se mata más o mejor por tener más o menos dinero, porque lo verdaderamente
efectivo es la puntería, sí hay que acomodar el presupuesto con el que contamos, a las
expectativas que queremos ver cumplidas.
Así pues, uno de los factores fundamentales a la hora de escoger un arma,
es si la queremos semiautomática con todas las ventajas que conlleva poder disparar sin tener que
«desencaranos» el rifle, si lo que nos gusta es el cerrojo, la de cremallera o la de palanca. Todas
tienen sus ventajas e inconvenientes, de ahí, que sea una labor importante para el cazador,
el saber elegir conforme a sus particulares cualidades, y, especialmente, la comodidad con que se
haga a ella.
También el largo de los cañones así como el peso, son importantes
—aunque no definitivos—, ateniéndose a unos criterios concretos relacionados con su manejabilidad.
A menor peso por ejemplo, más operatividad y menos cansancio. Con cañones más corto, más fácil el
tiro de encare.
Y, por último, y de una capital importancia, es el calibre a elegir una
vez que ya se ha decidido por el semiautomático, el de cerrojo, el de palanca o por la
cremallera.
En este sentido, también se puede aplicar el dicho: «para gustos los colores».
Ante una gama, hoy día, inmensa de calibres, elegir el más adecuado es tan fácil —por la cantidad
de ellos—, como difícil, a la hora de acertar con el que mejor le irá a cada cazador, puesto que
cada uno, tiene unas características físicas diferentes. En este caso podríamos decir, una vez bien
conjugados todos los factores: tipo de rifle y calibre, que «el arma, sí hace al monje». |