El jabalí puebla las serranías de toda España. Es un preciado trofeo por su dificultad a la
hora de abatirlo, y todo cazador que se precie, quiere tener en sus vitrinas, o colgados en su
chimenea o en el cuello de alguna montera dama, como adorno en un collar, unos colmillos, o unas
amoladeras de un verraco, de un macareno o uno de esos solitarios machos que deambulan por las
sierras, entre jarales espesos, por collados y barrancos profundos, o bien hozando en las dehesas
al abrigo de la seguridad de la madrugada fría. El
jabalí
está clasificado entre una de las 100 especies exóticas invasoras, más dañinas del mundo por parte
de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Se le denomina con el nombre científico de Sus scrofa, palabra latina que
significa cerdo-cerda, si bien, el origen de la palabra jabalí, nos llega del árabe:
jabal-i, que viene a significar: de monte, porque es ahí donde vive principalmente. El
jabalí es el predecesor genético del cerdo doméstico, con quien se sigue emparentando y cruzando,
en aquellas explotaciones ganaderas que están en los montes, por donde campa a sus anchas el macho
poderoso, y la piara dirigida por una hembra, la matriarca del grupo. La que dirige a todos los que
le acompañan tanto en épocas de veda, con la tranquilidad de no ser agredidos desde la primavera al
otoño, así como en las ajetreadas mañanas, una vez que entrando octubre, corren un peligro tremendo
sus vidas, ya que los únicos depredadores naturales que tienen, son los cazadores: el hombre.
Es desde este apartado, desde la perspectiva de la caza, que el jabalí en
España, en particular, representa un importante recurso económico por todo lo que se mueve
alrededor de él: monterías, ganchos, recechos,
esperas de jabalí...
a lo que hay que sumarle la venta de su carne, sobre todo, para hacer embutidos. Pero hasta llegar
ahí, iremos descubriendo de dónde proviene y cómo llega a convertirse el jabalí de los montes y
dehesas de la Península Ibérica, en tan preciado recurso.
Para comenzar, y desde un punto de vista taxonómico, diremos que el jabalí
pertenece al Reino Animalia, del tronco Chordata, clase Manmalia, orden
Artyoláctida, familia Suidae, género Sus, especie Sus Scrofa. Sobre el
que nos vamos a centrar, es sobre el jabalí euroasiático, que puebla Asia, Norte de África y,
prácticamente toda Europa, a excepción de Islandia, países Escandinavos, Finlandia, las Islas
Británicas e Irlanda. Y concretando en España, no se sabe de ninguna región en la que no viva el
jabalí.
Se conocen ocho especies de jabalíes: Sus bucculentus, en Vietnam
y más que probablemente extinguida, debido a su total carencia de información al respecto. Por el
contrario, el Sus philippensis que como bien indica su nombre científico, es fácil deducir
que se le puede encontrar en Filipinas, es muy abundante en estas latitudes. Otra de las especies
en serio peligro de extinción es el Sus salvanius, en Assam, India, que se encuentra en una
situación críticamente amenazada. Por el contrario, es abundante también en algunas áreas de su
hábitat, el Sus barbatus que se le puede ver en Malasia, Sumatra, Java, Borneo y Filipinas.
Al igual que otros, está catalogado como especie muy vulnerable, escasa, y calificada como especie
amenazada, el Sus verrucosus en la isla de Java e islas próximas. También en Filipinas está
el Sus cebifrons, que al igual que otras
especies de jabalí,
está seriamente amenazada, encontrándose en un estado crítico. Por último, una de las especies más
raras emparentadas con nuestro jabalí, es el Sus celebensis que aún se puede ver, pero de
manera muy escasa, en Célebes y Molucas.
Centrándonos en el jabalí europeo en cuanto a su morfología, es un animal
de hocico alargado, de cuerpo más estilizado que el cerdo ibérico, su pariente más cercano, pero
más corto y menos ancho que los domésticos. Más musculoso, y con una poblada coraza, en muchos
casos, que son auténticos chalecos antibalas, los que se forman entre las cerdas y el barro una vez
secado, de las bañas donde acuden a desparasitarse. No será la primera vez que algún cazador ha
abatido uno de estos macarenos en el que una vez examinado, se ha podido comprobar, que tenía
incrustadas postas en el lomo, que no han atravesado ese chaleco natural, que en otro caso y siendo
más jóvenes, con toda seguridad le habría causado la muerte.
Por regla general el macho puede alcanzar unos 120 centímetros de largo, en
ocasiones, hasta metro y medio, una altura de entre 65 y 70 centímetros, un peso que oscila entre
los 70 y los 90 kilos en los adultos, que en algunos casos también, pueden llegar a alcanzar cerca
de los 150 kilos, y un largo de la cola, de más o menos, 23 centímetros.
El jabalí es un animal omnívoro y como tal, su dieta no está sujeta a
ningún condicionante especial ni época del año. Pero eso sí, ellos tienen sus gustos, y uno de sus
manjares favoritos donde las hay, son las trufas (tuber melanosporum), ya que al
poseer un olfato tan desarrollado por tener bastante limitado el sentido de la vista, las
encuentran con facilidad a pesar de estar soterradas. Igual les pasa con las criadillas de
tierra (terfezia arenaria) prima hermana de la trufa, o las
bellotas,
que si bien estas no están enterradas, sino que están sobre la superficie, sí están en el suelo a
partir de septiembre. Más bien a finales de este mes, cuando la berrea de los ciervos, ya
concluyendo, acompaña con esa música ronca, las excursiones que los
jabalíes
hacen a la dehesa a comer las primeras bellotas de la temporada. Lo hacen con las denominadas
«sanmigueleñas», cuando hozan esas grandes extensiones de terrenos que cualquiera de estos árboles
del género querqus, como los robles, que son los primeros en dejarlas caer, posteriormente
el alcornoque y poco más tarde la encina, les ofrecen esos frutos que van a colaborar en el aporte
de grasas que necesitan. Así pues, la dieta del jabalí, va desde comer la trufa negra, a
raíces, caracoles o setas, pasando por pequeños reptiles, huevos de aves o inclusive animales
muertos.
Últimamente, además, y en algunas determinadas zonas del noreste de España, por
las provincias de Gerona y Barcelona, se han podido ver cómo salían de la espesura del monte, y
bajaban a las ciudades en busca de comida. Esto es un fenómeno que ya se está estudiando, puesto
que si bien el jabalí es un animal sociable, no menos lo es, en cuanto a su independencia salvaje.
De todos modos, lo que los estudios que se están realizando, advierten, es, por un lado, que
el jabalí
actúa de esta forma porque el hombre está «conquistando» su medio al urbanizar cada vez más las
zonas de monte que han sido tradicionalmente su hábitat, y por otro, se está llegando a la
conclusión de que se están domesticando al tener un contacto muy directo con los vecinos de los
municipios más afectados, quienes les dan de comer, desde comida para gatos o perros (piensos
prefabricados) hasta pizzas.
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