Ya en su día Herodoto de Halicarnaso escribió en sus «Nueve libros de la Historia», un lance
relacionado con la actual montería, cuando eran los soldados, los hombres fuertes de las regiones
Helenas, los que tenían el privilegio de llevar a cabo, con perros incluidos, las cacerías del
jabalí, al que tenían como una fiera y como tal era temido. Entonces era abatido con venablos
que salían de sus arcos o alanceado si había sido herido por los perros. No en vano, en su Libro I
de sus «Nueve libros de la Historia», hacía referencia a la
caza del jabalí
que consideraban una fiera, por un lado, y que había que darle muerte por los daños que ocasionaban
a las cosechas, por otro. Así lo narraba el historiador heleno: “Por el mismo tiempo un jabalí
enorme del monte Olimpo devastaba los campos de los Mysios; los cuales, tratando de perseguirlo en
vez de causarle daño, lo recibían de él nuevamente. Por último, enviaron sus diputados a Creso,
rogándolo que los diese al príncipe su hijo con algunos mozos escogidos y perros de caza para matar
aquella fiera. Creso, renovando la memoria del sueño, les respondió: — Con mi hijo no contéis,
porque es novio y no quiero distraerle de los cuidados que ahora lo ocupan; os daré, sí, todos mis
cazadores con sus perros, encargándoles hagan con vosotros los mayores esfuerzos para ahuyentar de
vuestro país el formidable jabalí.” A lo que el hijo respondió: «En otro tiempo, padre mío, la
guerra y la caza me presentaban honrosas y brillantes ocasiones donde acreditar mi valor».
Pero no es solamente Herodoto quien nos transmite información sobre la
historia de la caza del jabalí,
sino que hay otros afamados cronistas como Jenofonte, Arriano y Oppiano entre los griegos, o
Nemesiano, Gracio o Calpurnio, entre los romanos, quienes también hacen referencia al hecho
venatorio, si bien, como montería, en sí, no es hasta la Edad Media cuando se considera ya esta
práctica, como un verdadero deporte además de todo lo que suponía con anterioridad.
En la Edad Media es cuando se comienzan a llevar a cabo batidas de
jabalíes mucho más organizadas, por los nobles y allegados a la Corte con predios suficientes
como para poder organizarse y divertirse, pero cuyo fin era el mismo: sacar el
jabalí de su encame sirviéndose de
perros de caza
adiestrados especialmente para ello, y darle muerte a lanza, flecha o cuchillo.
Estas expediciones solían hacerse a pie y a caballo. A pie los batidores, de
quien el autor del Libro de la montería, Alfonso XI, llamaba monteros, que iban con los perros, y a
caballo los nobles, que debían lancear al jabalí o disparar sus arcos cuyos venablos
impactaban con certera puntería en los
jabalíes
y que posteriormente se convirtieron en un instrumento mucho más adecuado y efectivo, como fue la
ballesta. Así pues, es ya en la Edad Media cuando empieza a considerarse la
caza mayor
en general, un deporte que hasta entonces, más se había tenido como una práctica de adiestramiento
militar. Ahora bien, la montería cuando se puede decir que más ha evolucionado en todos sus
sentidos, ha sido a partir del siglo XIX, y, sobre todo, en la segunda mitad del XX, siendo un
deporte que actualmente está siendo exportado a países donde ni siquiera ha existido el jabalí, así
como a amplias zonas de Europa, y, sobre todo, América. |