Cuando los jabatos (también conocidos como rayones) rechinan los dientes están
contestando a la llamada de su madre, la jabalina, que con gruñido bajo y contenido, muy parecido a
un gemido, les llama para que acudan con ella, ya sea por protección ante un eventual peligro, ya
sea porque marchan y cambian de lugar donde la comida sea más abundante, o para dirigirse al
encame, a las trincheras donde pasarán tranquilos las horas de más claridad donde las rapaces, sus
principales enemigos naturales, al igual que lobos —donde los haya—, tejones, linces o zorros,
después del hombre, les pueden avistar y servir de alimento, en la cadena trófica de los
animales.
El mimetismo es la principal fuente de protección de los
rayones.
Es su mejor forma de defenderse ante los carnívoros que les acechan al menor descuido. El pelaje
manchado a rayas, de ahí su nombre (rayones), les protege en las espesuras de los montes, lugar
donde pasan sus primeros meses. Su pelaje manchado les hace pasar inadvertido en los claroscuros de
los bosques. Esa librea que llevan hasta los seis meses, son unos trazos en horizontal al
hocico, amarillentos sobre un fondo grisáceo, lo que les camufla extraordinariamente bien. Esas
rayas, a partir de los seis meses, se irán volviendo rojizas y convirtiéndose posteriormente, en un
pelaje de color más homogéneo que se completará cuando cumplan un año y alcancen la categoría,
conocida por los cazadores, de bermejos.
Los rayones, dependiendo del número en el parto, que ya nacen con dientes entre
los que se incluyen los caninos, si la camada es superior al número de mamas, comenzarán a
establecer una jerarquía a través de unas feroces luchas que dejarán a los perdedores, como
consumidores de un segundo plato una vez que los más fuertes en la pelea, hayan saciado su apetito,
dejando las ubres prácticamente sin leche, por lo que estos, están condenados a ser los más
enclenques, si sobreviven, o se verán sin remedio abocados a la muerte.
Los partos de las cochinas varían en número dependiendo de muchas
circunstancias, pero lo que no cambia es la estacionalidad con la que lo hacen. Paren en primavera
entre cuatro y seis jabatos por regla general, si bien, hay camadas que superan con creces
estas cifras, llegando a ser de hasta doce.
En la primera semana de vida, en la que la jabalina está apartada de la piara,
los rayones permanecen ocultos en una especie de nidos que la madre construye con ramas y hojas
secas. Muy parecidos a cualquier nido de ave, con la particularidad, de, primero, los nidos no
están abiertos, y segundo, las crías son recubiertas, una vez que los ha amamantado —hecho que
ocurre una vez al día—, y los cubre con hojarascas para hacerlos invisibles a los depredadores. A
la semana, más o menos, cuando vuelve la hembra a la piara con su prole, les seguirá amamantando
entre doce y dieciséis semanas.
No la morfología de los rayones, sino su crecimiento, se está viendo afectado
últimamente con la irrupción en el panorama venatorio, de los
cotos intensivos de
caza mayor,
ya que los suplementos alimentarios con los que complementan su dieta (la de reses y todo tipo de
animal susceptible de ser cazado) en las fincas, muchas veces, estos alimentos no están sujetos a
un estudio precavido e intenso, acorde con las necesidades nutricionales, tanto de las hembras que
amamantan, como de los rayones recién destetados que ya comen solos. Esto ocasiona una serie de
perjuicios en el adecuado crecimiento, de todos aquellos que en un año, pasarán a ser adultos, y en
un lustro, preciados trofeos de caza.
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